lunes, 4 de enero de 2010

Bautismo

Lc 3, 16:   "Juan les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego."

 La afirmación de Juan es taxativa: el que viene bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Siendo que "bautizar" significa "sumergir", esas palabras del bautista quieren decir que habrá un sumergimiento en el Espíritu Santo y en el fuego, y quien es sumergido en el fuego es quemado, y sólo lo que resista al fuego quedará, lo demás se quemará. Por lo tanto habla de una purificación real. Y el sumergimiento en el Espíritu Santo tiene la misma connotación, porque no puede tener parte lo corruptible con la incorruptibilidad de Dios, por lo tanto, el que "entre" en Dios será también purificado. Porque tendrá que "adaptarse", "convertirse" dice la Palabra, reformarse, modificarse, quemando lo que debe morir. A eso le llamaban "mortificación", una palabra que ya no se usa, porque se la negativizó demasiado. 
Hoy se habla demasiado fácilmente de matar, de eliminar, de hacer que el otro deje de existir, de estar, de ser. Pero el verdadero bautizado debería más preocuparse por hacer que deje de existir su egoísmo, sus manías, sus complejos, sus malos hábitos, sus pecados. Porque si mortifica eso, impulsado por la gracia del Espíritu de Dios, tendrá un corazón libre para escuchar. Llegará a pensar como Dios piensa, a desear lo que Dios desea, a amar como Dios ama.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De esta Palabra de Dios me llegan dos cosas: la actitud de Juan, y el significado del bautismo.
La actitud de Juan es humilde, no niega su trabajo, ni su valor, pero reconoce que hay uno que es más grande que él.
Respecto al bautismo tengo que reconocer que poco profundizo en su significado. Que recuerdo el día en que cumplo años de bautizada, y que una vez al año, por enero pienso un poquito, al compás del sacerdote que predica la homilía en el domingo del bautismo de Jesús, alguna otra vez renuevo las promesas del bautismo, pero eso suele ser todo.
Además este texto es muy fuerte, me habla de fuego, de calor, de luz, de destrucción, de Espíritu que penetra profundamente, no es algo superficial, externo.
Sucede en mí si yo lo acepto, si me dejo quemar, convertir. Aquí siento que no eran dos cosas sino una las de esta Palabra, porque necesito la humildad de Juan para convertirme, porque mi soberbia puede impedir que profundice este proceso, puedo quedar con mis maquillados cumplimientos 3 o 4 veces al año y eso sería quedarme, no avanzar.
Ven Espíritu Santo te necesito.
Ven porque mi soberbia, mi pereza me tiran para atrás.
Ven con tu fuego, ven con tu amor ardiente.
Necesito cambiar, renovarme, convertirme, crecer.
Te necesito.